- Acción
productiva y formativa contra el agronegocio
La Escuela Popular de Piscicultura y La Escuela Popular de
Semillas, expresiones del pueblo organizado que suelen proclamar, triunfales,
no tener otra sede que los campos y conucos de Venezuela, andan experimentando
con el tema productivo más importante y ardoroso de los últimos años: cómo
producir y propagar carbohidratos y proteínas de alta calidad sin hacerle
concesiones al capital. Es decir, sin entrar en la lógica perversa que
enriquece a empresarios y esclaviza a productores.
Campesinos devenidos tecnólogos populares (o tecnólogos de
origen campesino) decidieron hablar de logros más que de proyectos, resultados
en mano: unas cuantas harinas para consumo humano y consumo animal, y la
concreción de una forma de intercambiar saberes y prácticas agroecológicas.
Walterio Lanz, el agroecólogo que mayor impulso y difusión
ha dado a las Escuelas Populares, anda por el país mostrando y explicando
varias de esas conquistas, entre ellas una harina integral de pescado compuesta
por más de 12 especies (panaque, coporo, curito, pabón y cascarrón, entre
otras) y producida por un puñado de estos tecnólogos en permanente formación.
Las dimensiones del logro se aprecian mejor cuando se tiene conciencia de algunos
mitos impuestos por la industria en nuestros países. Uno de ellos sentencia que
para poder criar peces para el consumo humano es imprescindible acudir a los
alimentos concentrados comerciales.
“Para tocarle el hueso a esa mentira sólo hay que
preguntarse qué comían las cachamas miles o millones de años antes que
existieran las empresas Monsanto y Cargill”, suelta Walterio en tono de burla.
“Es mentira que los pescados sólo engordan si uno gasta un poco de plata en
alimentos comerciales (hay cachamas de más de 20 kilos en los ríos y embalses),
y es mentira también que los pescados sólo se pueden comer si son inmensamente
gordos. Si uno se libera del criterio comercial que busca vender grandes
cantidades y comienza a pensar en términos de las necesidades humanas reales,
se encontrará con que no hay razón para despreciar una cachama de 250 ó 300
gramos”.
Con todo, la Escuela Popular de Piscicultura (EPP) ha
asumido el reto de la producción de proteína animal en grandes cantidades, y es
así que ha diseñado y experimentado la producción de harinas concentradas pero
sin rótulos comerciales.
Comunitaria y vivencial
En el mes de marzo tuvo lugar en El Zancudo (parroquia
Apurito, municipio Achaguas del estado Apure) uno de los muchos encuentros de
la EPP, con participación de activistas y pescadores de la zona. No fue lo que
se conoce comúnmente como “taller”, sino más bien una experiencia comunitaria vivencial,
consistente en salir a los caños apureños a recolectar pescados. Así, sin más,
una jornada más de las muchas que se dan en esas sabanas desde hace miles de
años en tiempo de ribazón, y después, cuando ya se avecina la entrada del
tiempo de lluvias.
Cuando los cardúmenes de peces remontan los ríos o han
quedado atrapados en lagunas y remansos el ser humano va tras ellos en una
fiesta colosal: es el planeta entregando gratis la proteína, que muchos
aprovechan para comer y otros tantos, desde que el capitalismo pervirtió los
procesos, para acumular y vender. La gente de El Zancudo y la EPP hizo el
respectivo reparto y reservó unos cuantos kilos para su experimento. “Se
recogieron los peces y se deshidrataron, luego se trituraron o molieron”,
detalla Walterio Lanz. “Todo se hizo mediante procesos artesanales: la
deshidratación fue por secado solar, y la trituración con piedras y luego con
molinos”.
La EPP, que ha demostrado que se pueden producir 2 mil kilos
de pescado por hectárea por año en lagunas artificiales, sin acudir a paquetes
tecnológicos y sin enriquecer a la industria capitalista de alimentos, ha
iniciado desde estos procesos de formación-acción comunitaria el debate acerca
del gigantesco potencial de la sabana en el ámbito de la producción de proteína
animal.
Harinas y carbohidratos
En cuanto a otros rubros alimenticios, la Escuela Popular de
Semillas también tiene una producción de harinas que pueden servir como demostración
de potencialidades, si otras comunidades o experiencias organizadas se lo
proponen y enriquecen el método actual. Han producido un fororo proteico que
contiene entre 40 y 50 por ciento más proteínas que los fororos comerciales. Aparte
de los ingredientes vale la pena observar el proceso participativo de
producción: el maíz provino de Yaritagua (Yaracuy), los equipos, de Los
Magallanes de Catia (Caracas) y el procesamiento fue hecho en El Zancudo
(Apure).
La EPS ha producido también otra variante de este fororo,
mejorado con semilla de mucuna (todi), en un experimento al que le colocaron un
nombre rimbombante en tono jocoso: el fororotrón.
Con la harina de topocho deshidratado han logrado demostrar
que se puede conservar harina de un producto perecedero durante al menos un
año, sin usar conservantes artificiales. También han probado a conservar una
harina de frijol rayado tostado, que ha logrado eliminar la amenaza más
recurrente para los granos que es la aparición de cocos y gorgojos.
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A punta de mitos
Varios mitos nos fueron impuestos durante todo el siglo XX,
y no siempre con métodos incruentos, para derivar con el tiempo en costumbres y
hábitos perversos de consumo. Los dos mitos que nos ocupan aquí se refieren a
la producción de alimentos: la pretendida superioridad de los alimentos comerciales
para personas y de alimento para peces. Ambos han sido desmentidos y
desenmascarados muchas veces, pero al parecer no es suficiente. Es bueno que al
menos sepamos que llevará mucho tiempo y esfuerzo construir la otra cultura.
El mito primordial de nuestros hábitos gastronómicos le
otorga a la carne de res (bovinos) la condición de rubro imprescindible o vital
para la subsistencia humana. Sin necesidad de entrar en detalles como los daños
orgánicos producto del consumo habitual de carne de bovino, conviene detenerse
a revisar cuán ineficiente resulta la producción de esta proteína animal. Los
estudios de la Escuela Popular de Piscicultura han establecido que, en el
estado Apure, el rendimiento de la producción de carne de res ha fluctuado en
esta década entre 25 y 40 kilos por hectárea por año. “Los espejos de agua
actuales y potenciales en el llano venezolano puede elevar la producción de
proteína dura por encima de los 2 mil kilos/hectárea/año”, dice Walterio Lanz,
quien ha anunciado además que, con el patrocinio y apoyo del Ministerio de
Ecosocialismo y Aguas, la EPP emprenderá un plan de repoblamiento de embalses
con especies comestibles (cachama, coporo y otras).
Ancestralmente hemos sido o fuimos una cultura piscícola,
pero cuando la cultura de la guerra y la explotación comercial de especies
animales se implantó en nuestro continente hemos ido haciéndonos dependientes
de una cultura absurda que sacrifica millones de hectáreas para sostener una
industria ineficiente y contaminante como la del bovino. Toca recuperar el
ancestro pescador que somos o que fuimos.